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Si realmente anhelas cambios significativos en tu vida, familia o ministerio necesitas desarrollar una vida de intimidad con Dios. Si la vida de alguien va a ser transformada no será como resultado de un consejo, terapia o esfuerzo humano sino de un encuentro con el Señor.
Una vida de intimidad con Dios te enseña a perseverar en el lugar secreto, sin fallar ni una vez a la cita divina. Te motiva a hacer ajustes en tu jornada a fin de darle al Señor lo primero y lo mejor de tu tiempo y energías.
Una vida de intimidad con Dios te conduce a la dicha de la comunión. Cada día es una oportunidad única para experimentar la presencia del Señor.
Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).